ENTRE EL SACRIFICIO Y LA SATISFACCIÓN DE UNA VIDA DE TRABAJO.
Con este reportaje queremos homenajear a dos
sacrificados trabajadores sozoranguenses;
quienes celebrarán este día tras el duro
oficio con el que han mantenido a sus familias
por más de tres décadas.
Hoy primero de mayo la mayoría de
empleados del sector público y privado disfrutarán de un día de descanso en
conmemoración del día internacional del trabajo; sin embargo, la labor
sacrificada de muchos trabajadores sin horario no se detendrá.
En Sozoranga hay personajes que
para la generalidad de la población son inconfundibles, es el caso de doña Alba
Merino, quien lleva 30 de sus 56 años trabajando en el comedor del Mercado
Municipal. Junto a su hermana y su ayudante de cocina todos los días desde muy
temprano preparan muchas de las comidas típicas del sector, como son la cecina,
caldo de carne, empanadas, longaniza, etc.; mismas que son expendidas a sus
clientes, quienes se mantienen fieles a la exquisita sazón de estas trabajadoras
mujeres.
Para doña Alba el domingo es un
día normal
de trabajo,ella y su hermana elaboran
exquisitas empanadas, tamales
y humitas.
Pese a lo sacrificado del trabajo
de doña Alba, ella expresa con satisfacción que ha sido esta actividad y la de
su esposo, quien es un artesano de la construcción, lo que les ha dado la
oportunidad de criar y educar a sus tres hijos. No obstante, su salud le ha
pasado factura; hace un poco más de un año ella sufrió un derrame cerebral a
causa de la hipertensión que padece. Aún le cuesta un poco articular algunas
palabras, y con tristeza nos dice que su deterioro físico es causa del arduo
trabajo que ha desempeñado durante casi toda su vida.
A menos de tres kilómetros del
comedor de doña Alba, en el sector conocido como Los Pozos, encontramos a otro
reconocido sozoranguense, don Segundo López; quien ha dedicado casi treinta
años de su vida a la elaboración artesanal de ladrillo. Junto a su acogedora
vivienda, un rudimentario horno de barro ha sido testigo del tesón y sacrificio
de este hombre quien también admite que su trabajo en la ladrillera y la
agricultura han sido para él, su esposa y sus cuatro hijos, la base de la
economía familiar.
Para don Segundo el gran esfuerzo
físico que requiere este tipo de trabajo ha tenido su recompensa en la
posibilidad de educar y brindar lo necesario a sus cuatro hijos, quienes ya han
hecho su vida lejos de su casa o su pequeña “empresa artesanal” como la llama.
Sin embargo, como dice él, las necesidades no faltan y a pesar de estar bordeando
ya los 65 años de edad, sigue laborando diariamente ya sea en el campo o en su
pequeña ladrillera.
Don Segundo es uno de los
artesanos sozoranguenses
más antiguos y experimentados
en la elaboración de
ladrillo.
Comenta que le gustaría hacer
algunas implementaciones físicas a su lugar de trabajo, por ello manifiesta que
su aspiración es que las instituciones pertinentes apoyen con microcréditos a
los pequeños artesanos de este sector, donde varias familias viven de la elaboración
artesanal de ladrillo.
Tanto doña Alba como don Segundo
en la actualidad no tienen cargas familiares bajo su responsabilidad, pues en
ambos casos sus hijos son mayores de edad. Sin embargo, para personas como
ellos, después de tantos años, el trabajo por más duro y sacrificado que sea,
ha pasado a convertirse en la razón de cada nuevo día. Ellos, no dudan al
afirmar que trabajarán hasta el último día que Dios los tenga con vida.
Reportaje publicado en Diario Centinela / Primero de mayo del 2012.
Greis Flores.